PARTE V: BITÁCORAS DE OBSERVACIÓN SOBRE MI INTENTO DE DESCUBRIR EL ORIGEN DE TRANQUILO

PARTE V: BITÁCORAS DE OBSERVACIÓN SOBRE MI INTENTO DE DESCUBRIR EL ORIGEN DE TRANQUILO

Un día más, me siento a escribir este blog porque sé que todavía tenemos hilos de esta historia pendientes; tal vez un par de últimas costuras, anudar lo que he encontrado con el paso del tiempo, para hacerlo también suyo; compartir esta secuencia de acontecimientos que tal vez nunca podré olvidar, y guardarla entre las pantallas y la palabra como guardo el destello de calidez que para siempre me regaló.


Pero antes de continuar, retomemos  lo pasado. Después de mi llegada a Barcelona, la lectura de esa libreta mágica, y observar la conjunción de pistas bien articuladas; pude darme cuenta que el rastro de Tranquilo siempre se mantuvo cerca, de alguna manera visible. Y que en efecto era como un humo, pero más allá de la connotación negativa de esa sensación de quien busca, pero no puede atrapar, comencé a verlo desde otra óptica, entendí que sus rastros en el  tiempo, como las estelas de humo, no desaparecen nunca: se transforman, para entrar por todos los frentes posibles. Como un río que deja de escucharse en un tramo para resurgir más abajo, su presencia nunca muere, solo cambia de cauce. Tal vez mi error fue esperar una señal fija, un signo inequívoco; intentar atrapar lo que en su naturaleza es inatrapable, cuando lo que él parece enseñarnos es que todo se mueve, todo muta, todo se transforma. Cada testimonio que recibo, cada página de la libreta que hojeo, leo y analizo con detenimiento confirma esta sospecha: Tranquilo no es un ser único y definitivo, sino una multiplicidad en constante cambio. Tal vez es esa la magia de esta búsqueda, lo que él viene a enseñarnos. Sobre cambiar con cama, sobre movernos sin tanta prisa.


Estar en esta ciudad, con la libreta entre las manos como una prueba tangible y materializada de existencia, cambió mi forma de percibir y leer los testimonios. Deje de verlos como encuentros fortuitos y en su lugar miraba señales arrojadas para encontrarnos unos con otros, y yo me sentía particularmente encariñada  con la idea de seguir tejiendo esa red. Los mensajes y respuestas desde internet seguían llegando; y entre lo leído en el archivo de viajes de Tranquilo, y esa suma de avistamientos recibidos, hubo una constante  que llamó particularmente mi atención. No solo las acciones y la forma de estar de Tranquilo cambiaban en cada encuentro, sino que también su tamaño era una cosa mutable. Había quien decía haberlo visto diminuto brincando de una rama a otra entre las selvas de Costa Rica. Otros tantos comentarios que aseguraban haber encontrado a este ser casi del tamaño de un humano, pero con color y apariencia completamente distintas, transitando las calles de la ciudad y llenandolas de inscripciones en las paredes. Otros creen haberlo visto aparecer entre las nubes de un cielo en Estambul, camuflajeandose entre su espesura de vapores. Cada historia era distinta, cada forma de aparecer y desaparecer completamente única.


Y como olvidar aquel testimonio sobre su constante presencia en el Monte Haku, no podía dejar de imaginarlo, y pensar con mucha intriga si es que acaso nos encontrábamos hablando de un ser capaz de estar en más de un sitio a la misma vez. Pues hay algunos que dicen que ahí se volvió montaña y  que se entregó a la roca, a la nieve, a los rezos que se acumulan como capas de silencio. Y que allí los monjes lo reconocen como guardián y suben a dejarle flores secas y cartas, convencidos de que él las leerá en su propio lenguaje de viento, para brindar calma y un abrazo de ternura.Al mismo tiempo que hay otros que juran haberlo visto aparecer y desaparecer de formas completamente fortuitas de un punto al otro del mundo. Entonces me imagino que no viaja en avión, ni se mueve a la velocidad de los pies humanos que caminan muy a su ritmo. Ese es un enigma que aún lo logro resolver, pero jamás recibí ninguna historia de alguien que atestiguara haberlo encontrado en un aeropuerto, ni en una estación de trenes o una terminal de autobuses, supongo entonces que se movía por otras lógicas, tal vez entre el viento, la luz o la teletransportación, o tal vez brincando de nube en nube, No lo sé, lo único que puedo asegurar es que no se mueve, ni hace presencia,como tú y como yo, y eso lo vuelve todavía más especial. como si el espacio no lo limitara. No viaja: se repliega, se multiplica, se desdobla. Está donde lo piensan, y también donde nadie lo espera, pero sabe que tiene que estar.

Con el paso del tiempo los mensajes no dejaron de llegar: un hombre en Tokio lo vio cruzar un puente de madera en medio de la niebla. Una mujer en Oaxaca asegura que bailó con los niños durante una fiesta patronal. En Madrid alguien lo vio en un jardín vacío, con los ojos fijos y las manos sobre las rodillas  como estandarte de calma en medio del caos. En Querétaro alguien lo describió en la sierra de San Joaquín acostado debajo de un mezquite con las manos detrás de la cabeza y con una media sonrisa de satisfacción y tranquilidad. Entre esta multiplicidad de relatos, he comenzado a aceptar que la pista de Tranquilo nunca es lineal. No se pierde ni se encuentra: cambia. Se disfraza, se fragmenta, se esconde en otras formas. Como un eco que rebota en distintas partes, aparece con nuevas palabras cada vez, y sin embargo sigue siendo él.

En realidad, aun después de todo esto y con tantas pistas unidas en el tiempo, no se si algún día volveré a verlo de frente. He dejado de creer que esta búsqueda conduce a reencontrarme con el cuerpo en vivo, a volver a tenerlo con su existencia amarilla , esponjosa y llena de ternura sentado junto a mi en algún otro café de la costa. Pero no es una pérdida de esperanza, muy por el contrario, es aprender a cambiar el rumbo de lo que se busca, aceptar que las respuestas emergen en formas muy inesperadas.  Porque comienzo a pensar que aunque así inicio todo, persiguiendo un rastro que yo creía exacto,  el recorrido nunca acaba, sino que se transforma. 


He buscado y he encontrado, comencé yendo detrás de un ser en particular y encontré en sus rastros una pauta nueva para la existencia que ansío seguir compartiendo, pero esta vez sin tanta prisa, sin ganas de seguir aprehendiendo. Ahora no dudo en que lo más probable es que él ya sepa de mi existencia, y que de ser necesario aparecerá en el momento menos esperado, mientras tanto creo que es ilógico, seguirme ocultando como si no estuviera siempre un paso adelante de mis  pasos. No pienso apurar lo que con el tiempo llega, seguiré recibiendo mensajes, testimonios, tendiendo un puente entre todas estas historias. Gracias por seguirme en este camino lleno de ternura y de misterio. Aún nos quedan hojas de bitácoras y libretas de viaje compartidas por descubrir. No me despido, porque como siempre, todavía tenemos un pedazo de historia pendiente…

PART V: LOG BOOK OF OBSERVATION ON MY ATTEMPT TO DISCOVER THE ORIGIN OF TRANQUILO

One more day, I sit down to write this blog because I know we still have loose ends to tie up in this story; perhaps a couple of final stitches, tying together what I have found over time, to make it yours too; sharing this sequence of events that I may never be able to forget, and keeping it between screens and words, just as I keep the spark of warmth that you gave me forever.


But before continuing, let's go back to the past. After my arrival in Barcelona, reading that magical notebook, and observing the combination of well-articulated clues, I realized that Tranquilo's trail had always remained close, somehow visible. And that it was indeed like smoke, but beyond the negative connotation of that feeling of someone who searches but cannot catch, I began to see it from another perspective. I understood that his traces in time, like trails of smoke, never disappear: they transform, entering from all possible fronts. Like a river that stops being heard in one stretch only to reappear further down, his presence never dies, it just changes course. Perhaps my mistake was to wait for a fixed signal, an unambiguous sign; to try to catch what is by its nature uncatchable, when what he seems to be teaching us is that everything moves, everything mutates, everything transforms. Every testimony I receive, every page of the notebook I leaf through, read, and analyze carefully confirms this suspicion: Tranquilo is not a single, definitive being, but a constantly changing multiplicity. Perhaps that is the magic of this search, what he comes to teach us. About changing with ease, about moving without such haste.


Being in this city, with my notebook in my hands as tangible, material proof of existence, changed the way I perceived and read the testimonies. I stopped seeing them as chance encounters and instead saw them as signs thrown out for us to find each other, and I felt particularly fond of the idea of continuing to weave that web. Messages and responses from the internet kept coming in, and between what I read in Tranquilo's travel archive and the sum of sightings received, there was one constant that particularly caught my attention. Not only did Tranquilo's actions and demeanor change with each encounter, but his size was also mutable. Some said they had seen him tiny, jumping from branch to branch in the jungles of Costa Rica. Many other comments claimed to have encountered this being, almost human in size but with a completely different color and appearance, walking the streets of the city and filling them with inscriptions on the walls. Others believe they saw him appear among the clouds in the sky over Istanbul, camouflaged by the thick vapors. Each story was different, each way of appearing and disappearing completely unique.


And how could I forget that testimony about his constant presence on Mount Haku? I couldn't help but imagine it and wonder with great intrigue if we were perhaps talking about a being capable of being in more than one place at the same time. For there are some who say that there he became a mountain and surrendered himself to the rock, to the snow, to the prayers that accumulate like layers of silence. And that there the monks recognize him as their guardian and climb up to leave him dried flowers and letters, convinced that he will read them in his own language of wind, to bring calm and a tender embrace. At the same time, there are others who swear they have seen him appear and disappear completely by chance from one point on the globe to another. So I imagine that he does not travel by plane, nor does he move at the speed of human feet walking at their own pace. That is a mystery I have yet to solve, but I have never heard a story from anyone who claims to have encountered him at an airport, train station, or bus terminal. I suppose, then, that he moved by other means, perhaps through the wind, light, or teleportation, or perhaps jumping from cloud to cloud. I don't know. The only thing I can say for sure is that it doesn't move or make its presence felt like you and me, and that makes it even more special. It's as if space doesn't limit it. It doesn't travel: it folds in on itself, multiplies, unfolds. It's where you think it is, and also where no one expects it to be, but it knows it has to be there.


As time passed, the messages kept coming: a man in Tokyo saw him crossing a wooden bridge in the fog. A woman in Oaxaca claims he danced with children during a local festival. In Madrid, someone saw him in an empty garden, his eyes fixed and his hands on his knees, like a symbol of calm amid the chaos. In Querétaro, someone described him in the San Joaquín mountains, lying under a mesquite tree with his hands behind his head and a half-smile of satisfaction and tranquility. Amid this multiplicity of stories, I have begun to accept that Tranquilo's trail is never linear. He is neither lost nor found: he changes. It disguises itself, fragments itself, hides in other forms. Like an echo bouncing off different parts, it appears with new words each time, and yet it remains itself.


In reality, even after all this and with so many clues pieced together over time, I don't know if I'll ever see him face to face again. I've stopped believing that this search will lead me to find him alive, to have him back with his yellow, fluffy, tender existence sitting next to me in some other café on the coast. But it is not a loss of hope, quite the contrary, it is learning to change the course of what one is looking for, accepting that answers emerge in very unexpected ways. Because I am beginning to think that even though this is how it all began, following a trail that I believed to be accurate, the journey never ends, but rather transforms. 


I searched and found, I began by following a particular being and found in their footsteps a new pattern for existence that I long to continue sharing, but this time without such haste, without the desire to continue apprehending. Now I have no doubt that he probably already knows of my existence, and that if necessary he will appear when I least expect it. In the meantime, I think it is illogical to continue hiding as if he were not always one step ahead of my footsteps. I do not intend to rush what will come in time. I will continue to receive messages and testimonies, building a bridge between all these stories. Thank you for following me on this path full of tenderness and mystery. We still have pages of shared logbooks and travel journals to discover. I am not saying goodbye, because as always, we still have a piece of history pending...


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